lunes, 30 de mayo de 2011

Manos dolientes...

El agua hervía. El calor con que combatía mientras pelaba las papas recién sacadas, le hacía recordar que estaba viva. Le duelen las manos. María olía el perfume del tomillo que agregaba a la preparación. Mientras lo hacía recordaba el perfume del pasto de aquel lugar donde él la llevó, reconstruía una y otra vez el momento en que cruzaron el río, descalzos, de la mano, para no caer en la correntada de verano.
Pensó en Heráclito y en la metáfora del río y recordó un verso de Neruda "ya no somos los mismos".
Una lágrima se desprendió de su mejilla y saló la preparación de las papas en una mezcla curiosa con el queso gruyere.
Las manos le dolían a María, pero continuaba escribiéndole la comida a su ansiado compañero que volátilmente le generaba el principio de incertidumbre porque no sabía si volvería.
Un candor se apropió de ella cuando abrió el horno y se sorprendió con un suspiro desgarrador ante sus ojos.
Ya iba poniendo la carne lardeada con ese jamón serrano que tanto le gustaba. Decidió en ese momento poner música para calmar el torbellino que le ocupaba la mente.
No lo logró. No logró detenerlo. Una montaña rusa había aparecido justo ahí abajo de su pelo enredado. Eran las 9 y 31. Un minuto había pasado ya de espera.

¿Debía seguir esperando?

Piedra

Les comparto mi felicidad de reencontrarme con la escritura... Espero sus comentarios y si uds escriben, lo subamos aquí, propongo también que "nos leamos"

Saberte piedra, entender que necesito algo con qué resquebrajearte. Te construyes piedra en el miedo que te endurece, frente a mi que soy diluyente y yo me derramo ahí, justo ahí donde no puedo diluirte. Me desespero. Vuelvo a ser Ícaro derritiéndome en el sol.

lunes, 2 de mayo de 2011